Los efectos secundarios y la falta de información plantean dudas sobre la vacuna

Análisis escrito por Dr. Joseph Mercola Datos comprobados

Los efectos secundarios de la vacuna contra el COVID-19

Historia en Breve

  • Han comenzado a surgir reportes sobre los efectos secundarios graves de las vacunas contra el COVID-19. Los ejemplos incluyen malestar persistente y agotamiento extremo, reacciones anafilácticas, síndrome inflamatorio multisistémico, convulsiones crónicas, parálisis y muerte súbita en cuestión de horas o días
  • Al 18 de diciembre de 2020, 112 807 residentes de los Estados Unidos ya habían recibido su primera dosis de la vacuna contra el COVID-19. De ellos, 3150 sufrieron uno o más "efectos secundarios". Eso corresponde a una tasa de efectos secundarios del 2.79 %
  • Aunque Pfizer afirma que la vacuna tiene una efectividad del 95 %, esta es una reducción relativa del riesgo. La reducción absoluta del riesgo es menor al 1 %
  • El análisis de los datos publicados hace poco sugiere que la reducción relativa del riesgo de la vacuna de Pfizer puede estar entre el 19 % y el 29 %, mucho menor que el umbral requerido del 50 %
  • Los estudios han advertido que las vacunas contra el COVID-19 pueden causar una enfermedad más grave cuando se expone al virus, ya sea a través de una mejora inmunitaria dependiente de anticuerpos o de un cebado patógeno que genera una respuesta autoinmune

Aunque muchas personas han recuperado la esperanza de volver a la normalidad con la llegada de las vacunas, los primeros reportes son preocupantes. No pasó mucho tiempo antes de que comenzaran a surgir reportes de efectos secundarios graves en los medios de comunicación y en las redes sociales. Algunos ejemplos incluyen:

Malestar persistente y agotamiento extremo

Reacciones anafilácticas

Síndrome inflamatorio multisistémico

Ataques y convulsiones crónicas

Parálisis, incluyendo casos de parálisis de Bell

Muerte súbita en horas o días

Tasas elevadas de efectos secundarios

De acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, para el 18 de diciembre de 2020, 112 807 residentes de los Estados Unidos ya habían recibido su primera dosis de la vacuna contra el COVID-19. De ellos, 3150 sufrieron uno o más "efectos secundarios", definidos como "incapacidad para realizar las actividades diarias normales, incapacidad para trabajar y la necesidad de atención médica o profesional".

Esto genera una tasa de efectos secundarios del 2.79 %. Al extrapolarlo a la población total de los Estados Unidos de 328,2 millones de personas, podemos esperar que un poco más de 9 millones de individuos resulten afectados si se vacuna a todo el país.

Cuando revisé el Sistema de notificación de eventos adversos a las vacunas (VAERS, por sus siglas en inglés) el 13 de enero de 2021, la cifra total de efectos secundarios reportados para la vacuna contra el COVID-19 era de 3920.

Vigilancia activa de las vacunas contra el COVID-19 con la aplicación V-safe

Se cuestiona la efectividad de la vacuna

En un artículo del 4 de enero de 2021 en The BMJ Opinion, Peter Doshi, editor asociado de The BMJ, planteó ciertas dudas sobre la tasa de eficacia de las vacunas de Pfizer y Moderna, al decir que "se necesitan más detalles e información".

En un artículo de BMJ del 26 de noviembre de 2020, Doshi había señalado que aunque Pfizer afirma que su vacuna tiene una eficacia del 95 %, esta es la reducción relativa del riesgo. La reducción del riesgo absoluto es menor al 1 %. Una táctica típica de las grandes empresas farmacéuticas es confundir el riesgo absoluto con el relativo. Esto sucedió con las estatinas y obtuvieron decenas, si no cientos de miles de millones en ganancias. También enfatizó que al parecer los efectos secundarios graves son comunes:

"El comunicado de prensa de Moderna afirma que el 9 % experimentó mialgia de grado 3 y el 10 % fatiga de grado 3, mientras que la declaración de Pfizer reportó que un 3.8 % experimentó fatiga de grado 3 y un 2 % dolor de cabeza de grado 3. Los efectos secundarios de grado 3 se consideran graves y se definen como dificultad para realizar actividades cotidianas. Las reacciones leves y moderadas pasarán a ser más comunes".

En su artículo del 4 de enero, Doshi profundiza en los datos resumidos que recientemente fueron enviados a la Administración de Alimentos y Medicamentos. "Aunque algunos de los detalles son tranquilizadores, otros no", explica. De hecho, su artículo describe preocupaciones adicionales "sobre la confiabilidad y el significado de los resultados" de estas dos vacunas con base en esos datos.

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La disminución del riesgo relativo puede estar muy por debajo de los requisitos

Para empezar, Doshi señala que Pfizer no confirmó si las personas de prueba que mostraban síntomas de COVID-19 tenían un resultado positivo en la prueba PCR. En cambio, en la mayoría de ellas "se asumió que tenían COVID-19".

En total, se registraron 3410 casos "sospechosos, pero no confirmados" en la población total (grupo de vacuna y controles), de los cuales 1594 ocurrieron en el grupo de la vacuna. Solo ocho casos en el grupo de la vacuna se confirmaron con pruebas PCR. El problema con esto es que la tasa de efectividad del 95 % se basa solo en los casos confirmados por PCR. Doshi explica lo siguiente:

"Dado a que tuvimos 20 veces más casos sospechosos que confirmados, no se puede ignorar esta categoría de enfermedad solo porque no hubo un resultado positivo en la prueba de PCR. De hecho, esto hace que sea aún más urgente comprenderlo.

Una estimación aproximada de la eficacia de la vacuna frente al desarrollo de síntomas de COVID-19, con o sin un resultado positivo, sería una reducción del 19 % en el riesgo relativo, muy por debajo de la efectividad del 50 % para la autorización establecida.

La eficacia de la vacuna sigue siendo del 29 %, incluso después de eliminar los casos que ocurrieron dentro de los 7 días posteriores a la vacunación (409 en la vacuna de Pfizer frente a 287 con placebo), que debería incluir la mayoría de los síntomas debido a la reactogenicidad de la vacuna a corto plazo."

Vale la pena señalar que, por alguna razón, muchas más personas en el grupo de la vacuna desarrollaron síntomas de COVID-19 en la primera semana, en comparación con las del grupo de placebo.

Doshi continúa afirmando que si se produjeran casos sospechosos en personas con resultados falsos negativos de la prueba PCR, la eficacia de la vacuna se reduciría aún más. También enfatiza que la "gravedad clínica promedio" no es tan importante. Lo que realmente importa es la "incidencia de enfermedades graves que afectan el ingreso al hospital".

Por desgracia, y esto es muy impactante, los ensayos no fueron diseñados para evaluar si las vacunas previenen la transmisión.

¿Por qué se excluyó a muchas personas del grupo de vacunas?

Otra preocupación planteada en el artículo de Doshi es la exclusión de 371 personas del análisis de eficacia de Pfizer debido a "importantes desviaciones del protocolo siete días después de la segunda dosis". De ellas, 311 pertenecían al grupo de la vacuna, mientras que solo 60 pertenecían al grupo de placebo.

Esta desigualdad es motivo de preocupación. ¿Por qué se excluyó a más personas del grupo de la vacuna que del grupo de placebo? ¿Y cuáles fueron estas "desviaciones del protocolo" que provocaron su exclusión? Es como si hubieran modificado todo para poder manipular los resultados y así "probar" la efectividad, cuando en realidad se trata solo de una manipulación estadística.

Factores de confusión

A Doshi también le preocupa el factor de confusión alrededor de los medicamentos para el dolor y la fiebre. Este tipo de medicamentos pueden enmascarar los síntomas, lo que hace que los casos leves de COVID-19 pasen desapercibidos, en especial porque no se realizó la prueba a todos los participantes. También pueden enmascarar los efectos secundarios de la vacuna.

Los datos sugieren que, en el ensayo de Pfizer, las personas que recibieron la vacuna tomaron medicamentos para el dolor y la fiebre de tres a cuatro veces más que las personas del grupo placebo. Según Doshi:

"Su uso supuestamente se enfocó en la primera semana después de la vacunación, para aliviar los efectos secundarios locales y sistémicos posteriores. Pero las curvas de incidencia acumulada sugieren una tasa constante de casos confirmados de COVID-19 a lo largo del tiempo, con fechas de inicio de los síntomas que se extienden mucho más allá de una semana después de la administración de la vacuna.

Dicho esto, la mayor tasa de uso de medicamentos junto con la inyección nos da una razón más para preocuparnos por el desenmascaramiento no oficial. Dada la reactogenicidad de las vacunas, es difícil imaginar que las personas y los investigadores no pudieran adivinar el grupo al que pertenecían. El criterio de valoración principal de los ensayos es subjetivo, lo que hace que el desenmascaramiento sea una preocupación importante".

También cuestiona el uso de un "comité de adjudicación" para contabilizar los casos de COVID-19. "¿Se negaron a ver los datos de anticuerpos y la información sobre los síntomas en la primera semana después de la vacunación?

Además, el comité no estaba formado por médicos, sino por miembros del personal de Pfizer, lo que nos hace preguntar si tenían lo necesario para determinar si una persona podría tener COVID-19 o no.

¿La vacuna funciona en las personas que ya tenían COVID-19?

Por último, es importante determinar cómo funciona la vacuna para las personas que ya han tenido COVID-19, al observar cómo se recomienda la vacuna para todos, sin importar si ya se han recuperado o no de la infección. Los datos revelan algo bastante extraño en este caso. Doshi explica lo siguiente:

"Se excluyó a las personas con antecedentes conocidos de infección por SARS-CoV-2 de los ensayos de Moderna y Pfizer. Pero, aun así, se creía que 1125 (3.0 %) y 675 (2.2 %) de las personas en los ensayos de Pfizer y Moderna, respectivamente, padecían la infección al inicio.

De acuerdo con mis cálculos, Pfizer reporto 8 casos de COVID-19 confirmados en personas positivas para el SARS-CoV-2 al inicio del estudio (1 en el grupo de vacuna, 7 en el grupo de placebo), mientras que Moderna reportó 1 caso (grupo de placebo).

Pero con cerca de 4 a 31 reinfecciones documentadas a nivel mundial y con una mediana de seguimiento de dos meses, ¿cómo es posible que encontraron nueve casos confirmados de COVID-19 entre las personas con infección por SARS-CoV-2 al inicio del estudio?"

El lanzamiento de la vacuna coincide con el brote

En Auburn, Nueva York, el brote de COVID-19 comenzó el 21 de diciembre de 2020 en un asilo del condado de Cayuga. Antes de este brote, no se había registrado ninguna muerte por COVID-19.

Al día siguiente, el 22 de diciembre, comenzaron a vacunar a los residentes y al personal. El 29 de diciembre del 2020 se reportó la primera muerte. Entre el 22 de diciembre de 2020 y el 9 de enero de 2021, 193 residentes (80 %) recibieron la vacuna, al igual que 113 miembros del personal.

Al 9 de enero de 2021, 137 residentes habían contraído la infección y 24 habían muerto. 47 empleados también dieron positivo a la prueba del SARS-CoV-2 y uno estaba bajo cuidados intensivos. Al considerar que estamos viendo casos en los que personas jóvenes y de mediana edad mueren a los pocos días de recibir la vacuna ¿no es lógico que la vacuna pueda estar relacionada con este dramático aumento de muertes entre las personas mayores? De hecho, me lo esperaría.

Puede estar seguro de que las autoridades de salud pública y los medios de comunicación nunca reportaron esto. Todo lo relacionado a la seguridad y eficacia de las vacunas será ocultado de forma intencionada y a nivel mundial. Esta es la manera en la que han operado en las últimas tres décadas. En todo caso, incrementará aún más la supresión de los hechos.

La vacuna puede causar enfermedades más graves

Una de las preocupaciones originales con las vacunas contra el COVID-19 era la posibilidad de una mejora inmune paradójica o una mejora dependiente de anticuerpos. El estudio, "Informed Consent Disclosure to Vaccine Trial Subjects of Risk of COVID-19 Vaccine Worsening Clinical Disease", publicado en el International Journal of Clinical Practice, el 28 de octubre de 2020, señala que "las vacunas contra el COVID-19 diseñadas para provocar anticuerpos neutralizantes podrían sensibilizar a los receptores a una enfermedad más grave".

“Nunca se aprobaron las vacunas para el SARS, MERS y VSR, mientras que los datos generados durante el desarrollo de estas vacunas sugieren lo siguiente:

Las vacunas diseñadas de forma empírica que emplearon el enfoque tradicional (que consisten en la proteína del virus del coronavirus no modificada o mínimamente modificada para provocar anticuerpos neutralizantes), ya sean que estén compuestas de proteína, vector viral, ADN o ARN e independientemente del método de administración, podrían empeorar el COVID-19 a través de la mejora dependiente de anticuerpos (ADE)”, afirma el documento.

“El riesgo específico y significativo de la mejora de anticuerpo del COVID-19 debió haber sido divulgado de manera prominente e independiente a las personas que participan en los ensayos de vacunas, así como a las que son reclutadas para los ensayos y futuros pacientes después de la aprobación de la vacuna, a fin de cumplir con los requisitos médicos y el estándar ético de comprensión del paciente para el consentimiento informado".

Un artículo del año 2003 titulado: "Antibody-Dependent Enhancement of Virus Infection and Disease” señala lo siguiente:

"Los anticuerpos específicos del virus se consideran antivirales y desempeñan un papel importante en el control de las infecciones por virus de muchas formas. Sin embargo, en algunos casos, la presencia de anticuerpos específicos puede ser beneficiosa para el virus. Esta actividad se conoce como mejora dependiente de anticuerpos (ADE) de la infección por el virus.

La ADE de la infección por el virus es un fenómeno en el que los anticuerpos específicos del virus favorecen la entrada del virus, y en algunos casos la reproducción, en monocitos/macrófagos y granulócitos a través de la interacción con Fc o receptores del complemento.

Este fenómeno se ha reportado in vitro e in vivo para virus que representan diferentes familias y géneros muy importantes para la salud pública y veterinaria. Estos virus comparten algunas características, como la reproducción preferencial en macrófagos, la capacidad de establecer persistencia y diversidad antigénica. Para algunos virus, la ADE de la infección se ha convertido en una gran inquietud para el control de enfermedades a través de las vacunas”.

Los riesgos del cebado patógeno, otro peligro significativo

Pero, eso no es todo. Las vacunas contra el SARS-CoV-2 también pueden causar reacciones autoinmunes a través de un proceso conocido como "cebado patógeno". Según un documento del año 2020 en el Journal of Translational Autoinmunity, "El cebado patógeno podría contribuir a enfermedades graves y críticas, así como en la mortalidad del COVID-19 a través de la autoinmunidad", al señalar que lo mismo sucede después de la vacunación.

Como se explica en este artículo, todos menos uno de los epítopos inmunogénicos del SARS-CoV-2 son similares a las proteínas humanas. Los epítopos son zonas en el virus que permiten que los anticuerpos o receptores celulares del sistema inmunológico los reconozcan.

Esta es la razón por la que los epítopos también se denominan como "determinantes antigénicos", ya que son la parte que un anticuerpo, receptor de células B o receptor de células T reconoce. La mayoría de los antígenos (sustancias que se unen a un anticuerpo o un receptor de células T) tienen varios epítopos diferentes, que permiten que varios anticuerpos diferentes los reconozcan.

De acuerdo con el autor, algunos epítopos pueden causar "cebado patógeno autoinmunológico debido a una infección previa o después de la exposición al SARS-CoV-2 tras la vacunación".

Es decir, si ha tenido la infección una vez y se reinfecta (ya sea por SARS-CoV-2 o por un coronavirus similar), el segundo episodio puede ser más grave que el primero. De manera similar, si se vacuna y luego se infecta con el SARS-CoV-2, la infección puede ser más grave que si no se hubiera vacunado.

Por esta razón, es importante excluir "estos epítopos para minimizar la autoinmunidad debido al riesgo de cebado patógeno", advierte el artículo. El resumen establece los conceptos básicos del proceso de cebado patógeno.

Reacciones autoinmunes involucradas en muchos casos letales de COVID-19

De acuerdo con el autor, las autopsias sugieren que muchos casos letales de COVID-19 pudieron ser causados por reacciones autoinmunes. Una combinación de factores genéticos y ambientales influyen en el riesgo individual de una persona, al igual que los factores genéticos y ambientales influyen en el riesgo de enfermarse por el virus.

"Entre los coronavirus, se sabe que la glicoproteína tipo spike es importante para la neuroinmunopatología. Sin embargo, el virus del SARS-CoV-2 tiene muchas otras proteínas y poliproteínas, cada una de ellas puede funcionar como fuente de antígeno durante la infección que conduce a la autoinmunidad", señala el autor.

"Resulta sorprendente que más de una tercera parte (11/27) de las proteínas inmunogénicas en el SARS-CoV-2 tienen una homología problemática con las proteínas que son importantes para el sistema inmunológico adaptativo. El mapeo de la lista general de genes reveló que la autoinmunidad contra estas proteínas y sus interactores podrían influir en muchas funciones del sistema inmunológico adaptativo.

Estos resultados podrían explicar las tasas tan elevadas de enfermedades graves relacionadas con el SARS-CoV-2. También podrían explicar el período asintomático antes de presentar los síntomas característicos. El SARS-CoV-2 podría alterar la respuesta inmunológica al principio, y luego, con el tiempo, el sistema inmunológico podría comenzar a preparar un ataque en varias proteínas.

Las consecuencias involuntarias de la patogénesis de las vacunas no son nuevas o imprevistas. Son imprevistas solo si las personas que las desarrollan no incluyen el conocimiento disponible en su plan de formulación.

Por ejemplo, la vacuna contra la influenza H1N1 que se utilizó en Europa provocó narcolepsia en algunas personas, como resultado de la homología entre la molécula del receptor 2 de hipocretina humana (también conocida como orexina) y las proteínas presentes en la vacuna. Esto se descubrió al detectar anticuerpos con reactividad cruzada en el suero de personas que desarrollaron narcolepsia después de vacunarse contra el H1N1 en Europa.

El hecho de que pueda estar ocurriendo un cebado patógeno que involucre autoinmunidad contra múltiples proteínas luego de la vacunación es consistente con otras observaciones que se presentaron durante la autoinmunidad, incluyendo la liberación de citoquinas proinflamatorias y tormenta de citoquinas".

Compare los riesgos y los beneficios antes de tomar una decisión

Para terminar, es importante que consulte los hechos antes de tomar una decisión. Eso incluye los datos de mortalidad, que en realidad son muy bajos.

La letalidad del COVID-19 es más baja que la de la gripe para los menores de 60 años. Si tiene menos de 40 años, su riesgo de morir es solo del 0.01 %, lo que significa que tiene un 99.99 % de posibilidades de sobrevivir. Y podría mejorar si tiene una mayor flexibilidad metabólica y niveles adecuados de vitamina D.

Entonces, ¿de qué nos protege la vacuna contra el COVID-19? Como se mencionó antes, las vacunas ni siquiera están diseñadas para prevenir infecciones, únicamente minimizan la gravedad de los síntomas. Mientras tanto, podrían empeorar la enfermedad una vez que esté expuesto al virus o causar efectos secundarios graves y persistentes como los que mencioné al principio de este artículo.

Le recomiendo que revise CUIDADOSAMENTE los hechos y compare los riesgos y beneficios según su situación antes de tomar una decisión de la que pueda arrepentirse por el resto de su vida.