En una emisión reciente del programa de televisión "60 Minutes", el presentador Bill Whitaker habló con el Dr. Matt Hepburn, un médico de enfermedades infecciosas retirado del ejército, sobre un pequeño sensor que se puede colocar debajo de la piel y que tiene como objetivo rastrear las reacciones químicas que ocurren dentro de su cuerpo, lo que podría revelar si está infectado con un virus como el COVID-19 o influenza, además de notificarle que podría desarrollar los síntomas al día siguiente.
Hepburn lo describe como la "luz que indica un mal funcionamiento en el motor" y que podría ser muy útil, por ejemplo, en un portaaviones donde viven miles de marineros en espacios reducidos. Si el sensor da la señal de que está "enfermo", aunque no tenga síntomas, se le puede extraer la sangre para obtener un diagnóstico en cuestión de tres a cinco minutos.
“Al acortar ese tiempo, diagnosticar y tratar, lo que hace es detener la infección por completo”, dijo Hepburn. Y es obvio que traer un sensor implantado debajo de la piel tiene su aspecto orwelliano, por lo que Whitaker se anticipa a evadir cualquier responsabilidad, al señalar que "no se trata del tan temido microchip del gobierno para rastrear cada uno de sus movimientos, sino de un gel similar a un tejido que se diseñó para analizar la sangre de forma continua".
Pero podríamos pensar que eso es justo lo que quiere el gobierno, después de que intentó suprimir las libertades personales al imponer cuarentenas a toda la población en nombre de la seguridad pública, incluso cuando no había enfermedad.
Miembro de la Operación Warp Speed
Para que lo entienda mejor, es importante considerar que Hepburn es el coordinador de vacunas de la Operación Warp Speed (OWS), la cual es una operación coordinada entre el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) y el Departamento de Defensa (DOD) de los Estados Unidos, de la que hasta hace poco no se sabía mucho. Sin embargo, ha surgido información de que parte de su plan es hacer un seguimiento a largo plazo de toda la población del país.
A simple vista, la OWS es una asociación público-privada que se encarga de producir productos terapéuticos y una vacuna de vía rápida contra el COVID-19. La OWS invirtió alrededor de 18 mil millones de dólares en el desarrollo clínico y fabricación temprana de vacunas contra el COVID-19 y acordó comprar al menos 455 millones de dosis.
Pero en lugar de solo asegurarse de que se produzca una vacuna y que llegue a todos aquellos que la quieran, en octubre del 2020, Moncef Slaoui, el asesor científico principal de Operación Warp Speed, dijo en una entrevista para The Wall Street Journal que también incluirían "sistemas de seguimiento muy precisos".
¿Para qué? "Para garantizar que cada paciente reciba dos dosis de la misma vacuna y monitorearlos para detectar efectos adversos para la salud", mientras que en otra entrevista para The New York Times, Slaoui lo describió como un "sistema de farmacovigilancia muy activo".
En un artículo de Slaoui y Hepburn que se publicó en The New England Journal of Medicine (NEJM) en octubre del 2020, volvieron a utilizar un lenguaje similar al escribir que "debido a que algunas tecnologías tienen datos previos limitados sobre la seguridad en humanos, la seguridad a largo plazo de estas vacunas se evaluará de forma cuidadosa con estrategias de farmacovigilancia".
Además de trabajar en la OWS, Hepburn es ex director de programas de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA) de los Estados Unidos, donde supervisó el desarrollo del biosensor implantable de la empresa Profusa. Este sensor se conecta a un teléfono inteligente, lo que permite examinar la fisiología de una persona de manera remota. Profusa también está respaldada por Google, la compañía de búsqueda de datos más grande del mundo.
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El objetivo podría ser obtener el liderazgo militar y la vigilancia total
En lugar de funcionarios de salud pública, son funcionarios del ejército, de las compañías de tecnología y de las agencias de inteligencia los que controlan la OWS, por lo que este programa podría considerarse como el sucesor de otro llamado Total Information Awareness (TIA), el cual fue creado por parte de DARPA después de los ataques del 11 de septiembre.
En aquel tiempo, el programa TIA tenía como objetivo recopilar registros médicos, huellas dactilares y otros datos biométricos, así como el ADN y los registros relacionados con las finanzas, los viajes y el consumo mediático de las personas que vivían en Estados Unidos.
Detener las pandemias antes de que comiencen
Además del sensor debajo de la piel, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA) de los Estados Unidos trabaja en un filtro personalizado que se puede colocar en una máquina de diálisis estándar para eliminar el COVID-19 de la sangre.
Cuando la sangre pasa por la máquina, el virus se elimina, por lo que solo regresa sangre sana al cuerpo. Según los reportes, la esposa de un militar, que se denominó "Paciente 16" y que se encontraba enferma de gravedad, recibió este tratamiento durante cuatro días y se recuperó por completo.
Otros científicos lograron recuperar anticuerpos humanos para la gripe española de 1918, los cuales obtuvieron de personas que sobrevivieron a esa pandemia y que siguen vivas en la actualidad. Al infectar a animales con el virus de la gripe de 1918, los anticuerpos lograron detenerlo de forma efectiva.
Hepburn y su equipo también financiaron la investigación sobre un brote simulado del virus del Zika, en el que crearon una cura en solo 78 días, mientras que otros investigadores del Pentágono están en el proceso de crear una vacuna que funcione contra todos los coronavirus e incluso contra el resfriado común, pero aún se encuentra en la fase de ensayos clínicos.
Una empresa solicita la aprobación de la FDA para un biosensor implantable
El hidrogel es un invento de DARPA que involucra nanotecnología y nanobots. Esta "interfaz bioelectrónica" forma parte del sistema de administración de las vacunas de ARNm contra el COVID-19. El biochip que está desarrollando la empresa Profusa es similar al de las vacunas de ARNm contra el COVID-19 que utilizan hidrogel.
El implante es del tamaño de un grano de arroz y se conecta a una base de datos en línea que realizará un seguimiento de los cambios en su bioquímica y a una serie de datos biométricos, como la frecuencia cardíaca, respiratoria y mucho más.
Esta tecnología consta de tres componentes: el sensor implantado, un lector que se coloca en la superficie de la piel y el software que permite al lector enviar los datos recopilados por Bluetooth a su teléfono o tableta, que a su vez puede conectarse a otras fuentes en línea como el sitio web de su médico. Como explicó Defense One en marzo de 2020:
“El sensor tiene dos partes. Una parte es un hilo de hidrogel de 3 mm, un material cuya red de cadenas de polímero se utiliza en algunos lentes de contacto y en otros implantes. Este se inserta debajo de la piel con una jeringa, el hilo incluye una molécula diseñada para enviar una señal fluorescente visible cuando el cuerpo comienza a combatir una infección.
La otra parte es un componente electrónico que va adherido a la piel, que envía luz a través de la piel, detecta la señal fluorescente y genera otra señal que el usuario puede enviar a su médico, sitio web, etc; es como un laboratorio de sangre en la piel que puede detectar la respuesta del cuerpo a una enfermedad antes de que aparezcan los síntomas, como tos".
Profusa señaló que en el 2021 buscaría la aprobación de la FDA para su biosensor de integración de tejidos y que hay un estudio en curso respaldado por la DARPA que utiliza la tecnología del biosensor para medir los primeros síntomas de influenza. Los sensores implantables se utilizarán para medir estados fisiológicos que no solo revelarán indicadores de la respuesta humana a la infección, sino también "la exposición a la enfermedad en voluntarios sanos".
También se utilizaría un parche inalámbrico que mide los niveles de oxígeno en los tejidos, para después enviar la información a un dispositivo móvil y obtener datos en tiempo real. Según Profusa, los biosensores pueden detectar brotes de enfermedades, ataques biológicos y pandemias hasta tres semanas antes que cualquier otro método actual. Sin embargo, para que esos sensores funcionen como planean, deben implantarse en un gran número de personas.
Si quiere este tipo de "seguridad" debe renunciar a su privacidad
Un sensor implantable que registrará su información en todo momento con el fin de rastrear cada uno de sus resfriados, incluso antes de que aparezca el primer síntoma, plantea cuestiones éticas y de privacidad. Cuando la información se envíe digitalmente, desde el sensor en su cuerpo a su teléfono celular, ¿quién tendrá acceso a ella? O peor aún, que tipo de información podría recibir el sensor implantado en su cuerpo. Por ejemplo, el crítico de tecnología Adam Keiper afirmó lo siguiente para The New Atlantis:
"Además de que la nanotecnología podría usarse como un arma de destrucción masiva, también podría convertirse en una nueva forma de violencia y opresión. En teoría, la nanotecnología podría utilizarse para fabricar sistemas de control mental, dispositivos de interceptación invisibles y portátiles, o herramientas de tortura realmente terribles".
Le ofrecen a un público temeroso una ilusión de seguridad, así que para detener un brote de enfermedad tres semanas antes, lo único que tendrían que hacer es renunciar a su privacidad y permitir que los vigilen y conecten a "la nube", tal vez de forma permanente.
Algunos recordaran que el Congreso desapareció el programa TIA, que se creó después de los ataques del 11 de septiembre, debido a un importante rechazo público porque representaba una violación a la privacidad personal.
En el caso de la OWS y estos novedosos biosensores, hay poca prensa negativa porque los medios de comunicación apoyan esta operación, ya que la ven como una forma de resolver la crisis del COVID-19 y otras futuras pandemias. Uno de mis periodistas favoritos, Whitney Webb, lo explicó de la siguiente manera:
“Es muy alarmante y parece ser la continuación de un plan que comenzó después del 11 de septiembre, llamada Total Information Awareness, que era dirigido por DARPA.
y que se basaba en usar datos médicos y no médicos, es decir toda su información, para prevenir ataques terroristas antes de que pudieran ocurrir y también para prevenir ataques bioterroristas e incluso prevenir brotes de enfermedades que ocurren de forma natural.
Muchas de las mismas iniciativas que se propusieron bajo ese programa original después del 11 de septiembre han resurgido, ahora con lo último en tecnología, pero esta vez su pretexto no es el terrorismo, sino el COVID-19".