Recientemente tuve la oportunidad de conversar con Robert F. Kennedy Jr. sobre mi nuevo libro, “The Truth About COVID-19 — Exposing the Great Reset, Lockdowns, Vaccine Passports and the New Normal", coescrito con el fundador y director de la Asociación de Consumidores Orgánicos, Ronnie Cummins.
Kennedy escribió un prólogo muy interesante sobre eso. La versión en inglés del libro se publicó esta semana.
El miedo como arma
En el libro "The Truth About COVID-19", revisamos la evidencia que sugiere un origen de laboratorio y cómo la élite tecnocrática ha utilizado esta pandemia como una justificación para deteriorar la libertad y la democracia desde el primer día. Como señaló Kennedy en su prólogo:
"Los tecnócratas gubernamentales, oligarcas multimillonarios, las empresas farmacéuticas, los grandes medios de comunicación, los ladrones de las altas finanzas y el aparato de inteligencia militar aman las pandemias por las mismas razones por las que aman las guerras y los ataques terroristas. Las crisis catastróficas crean oportunidades de conveniencia para incrementar tanto el poder como la riqueza.
En el libro 'The Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism', Naomi Klein narra cómo los demagogos autoritarios, las grandes corporaciones y los plutócratas utilizan disrupciones masivas para aumentar la riqueza, destruir a las clases medias, abolir los derechos civiles, privatizar los bienes comunes y ampliar los controles autoritarios.
Con voz o sin voz, las personas siempre pueden estar a la orden de los líderes. Eso es fácil. Lo único que hay que hacer es decirles que los están atacando, denunciar a los pacifistas por falta de patriotismo y exponer al país a un peligro mayor. Funciona igual en cualquier país."
El bioterrorismo es la nueva 'guerra contra el terrorismo'
Como enfatizó Kennedy, el ataque del 11 de septiembre se utilizó para lanzar la “guerra contra el terrorismo” e implementar la nombrada Ley Patriótica, que lejos de proteger los derechos de los patriotas, en realidad los deterioró y sentó las bases para el moderno estado de vigilancia. Ahora, el enemigo son los microbios, que son aún más nebulosos e intocables que el amorfo “terrorismo” que le precedió.
No se equivoquen, el plan tal como se expone en varios documentos e informes, incluyendo el informe de 2010 de la Fundación Rockefeller, "Scenarios for the Future of Technology and International Development", en el que describen su escenario "Lockstep", una respuesta global coordinada a una pandemia letal, al igual que el documento técnico del 2020 denominado “National COVID-19 Testing Action Plan”, es utilizar el bioterrorismo para tomar el control de los recursos, la riqueza y de las personas de todo el mundo.
El plan es utilizar la necesidad de una respuesta coordinada a una pandemia como justificación para la vigilancia permanente y los controles sociales que obstaculizan la libertad personal y la libertad de elección.
De hecho, las medidas de la pandemia no tienen el objetivo proteger la salud pública ni salvar vidas. Esto se puede comprobar por el hecho de que nunca se han presentado cálculos de costo-beneficio para ninguna de las medidas, ni siquiera ahora, casi un año y medio después, en un momento en que los estados y las naciones consideran otra ronda de confinamientos y de restricciones domiciliarias.
Si la salud pública fuera el objetivo principal, ninguna medida se volvería a implementar por segunda, tercera o cuarta vez sin antes hacer esos cálculos. Después de todo, tenemos más de un año de datos sobre el uso del cubrebocas, los confinamientos y sobre el distanciamiento social en todo el mundo. La única razón para ignorar esa parte tan importante de crear políticas de salud es porque saben que los datos no respaldan ninguna de estas estrategias.
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La censura es una característica esencial del totalitarismo
Además del miedo como arma, los regímenes totalitarios necesitan censura. No solo se deben anular las objeciones, sino que para alterar de forma efectiva la democracia, con el objetivo de eliminarla por completo, primero debe eliminar la libertad de expresión. Como explicó Kennedy en su prólogo:
“Al incluir la libertad de expresión en la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, James Madison argumentó que todas nuestras otras libertades dependen de este derecho. Cualquier gobierno que pueda ocultar sus daños tiene el poder para cometer atrocidades.
Tan pronto como se apoderan de la autoridad, los tiranos imponen la censura orwelliana y comienzan a criticar a los opositores. El libre flujo de información y la autoexpresión son la esencia para la democracia representativa, la cual funciona mejor con políticas bien preparadas en el debate de la opinión pública. Es evidente que, sin libertad de expresión, la democracia se debilita.
Para consolidar y fortalecer su poder, las dictaduras quieren reemplazar esos ingredientes vitales del autogobierno (debate, autoexpresión, disensión y escepticismo) con ortodoxias autoritarias que funcionan como sustitutos de la religión. Estas ortodoxias actúan para eliminar el pensamiento crítico y disciplinar a las poblaciones en una obediencia ciega e incondicional a las autoridades que no lo merecen.
La censura es violencia, y este amordazamiento sistemático del debate, que los defensores justifican como una medida para reducir la peligrosa polaridad, en realidad se impulsa por la polaridad y el extremismo que los autócratas utilizan para implementar controles cada vez más draconianos. Podríamos recordar en este extraño momento de nuestra historia, la advertencia del amigo de mi padre, Edward R. Murrow:
'El derecho a mostrar inconformidad, es sin duda fundamental para la existencia de una sociedad democrática. Ese es el primer derecho con el que todas las naciones derrotaron el totalitarismo'”.
El dogma fabricado se hace pasar por un 'consenso científico'
Durante años, he expuesto la corrupción y la connivencia entre las industrias privadas y las agencias gubernamentales que se supone que las regulan. Hoy en día, es evidente para cualquier persona el peligro que representan estas agencias para la salud pública.
Casualmente, las únicas "fuentes confiables" que las personas pueden obtener, son las mismas agencias que han sido tomadas y corrompidas por la industria. Mientras tanto, existen miles de expertos médicos y científicos independientes que están en desacuerdo con el "consenso científico" presentado por estas agencias, y que tienen la evidencia para respaldar sus objeciones.
Ahora todos ellos están censurados de alguna forma. El resultado final es una población mal informada y engañada, y por obvias razones no puede surgir nada bueno de eso. Como dice Kennedy:
“En lugar de citar estudios científicos para justificar el uso del cubrebocas, los confinamientos y las vacunas, nuestros gobernantes médicos citan a la OMS, los CDC, la FDA y los INS ...
Por lo tanto, no es de extrañar que en lugar de exigir la seguridad de la ciencia y alentar un debate honesto, abierto y responsable sobre la ciencia, los funcionarios de salud del gobierno encargados de manejar la respuesta a la pandemia del COVID-19, colaboraron con las redes sociales y los principales medios de comunicación para cerrar la discusión sobre cuestiones importantes de salud pública y de derechos civiles.
Silenciaron y condenaron a personas como el Dr. Mercola, quien se negó a arrodillarse ante la industria farmacéutica…
La rúbrica de "consenso científico" de nuestra iatrarquía actual es la versión contemporánea de la Inquisición española. Es un dogma fabricado y construido por este elenco corrupto de médicos tecnócratas y sus colaboradores, los medios de comunicación, para legalizar sus afirmaciones de nuevos poderes peligrosos.
Los sumos sacerdotes de la Inquisición moderna son la red de las farmacéuticas y las noticias por cable que predican una rígida obediencia a los decretos oficiales, incluyendo los confinamientos, el distanciamiento social y la rectitud moral de utilizar cubrebocas a pesar de la ausencia de ciencia revisada por pares que demuestre de manera convincente que los cubrebocas previenen la transmisión de COVID-19. La necesidad de este tipo de pruebas es gratuita.
En cambio, nos aconsejan que 'confiemos en los expertos'. Este consejo es tanto antidemocrático como anticientífico. La ciencia es dinámica. Los 'expertos' con frecuencia difieren en cuestiones científicas y sus opiniones pueden variar de acuerdo con las demandas de la política, del poder y del interés financiero.
Casi todas las demandas que he presentado enfrentaron a expertos acreditados de lados opuestos entre sí, y todos ellos se comprometieron bajo juramento a posiciones antiéticas basadas en el mismo conjunto de hechos. La ciencia está en desacuerdo y la noción del consenso científico es contradictoria”.
Proteja su propia salud
El "consenso científico" que la tecnocracia médica quiere que usted crea, es que las vacunas son la única respuesta disponible a esta pandemia. Hasta ahora, todas las estrategias preventivas y las terapias farmacológicas más seguras se han minimizado, censurado o prohibido.
La realidad es que existen muchas alternativas, y todas son mucho más seguras que las terapias génicas experimentales que se administran para el COVID-19. Por esta razón, analizo las que considero más importantes en el libro "The Truth About COVID-19".
Peróxido de hidrógeno nebulizado
El peróxido de hidrógeno nebulizado es una estrategia censurada y ridiculizada que se puede utilizar de manera preventiva o en situaciones más graves. Creo que este es el remedio más seguro y efectivo que existe para el COVID-19.
Es bastante económico, fácil de usar, muy efectivo y a menudo erradica los síntomas en unas horas. Por otro lado, no tiene efectos adversos o desventajas cuando se utiliza en las dosis recomendadas (0.1 %, que es 30 veces menos concentrado que el peróxido al 3 % que se vende en las farmacias).
Estoy muy seguro que si se utiliza evitaría que la mayoría de las personas mueran por COVID-19. Sus células inmunológicas pueden producir peróxido de hidrógeno. En parte, así es como matan las células infectadas con un virus. Parece que el peróxido de hidrógeno nebulizado mejora las células inmunológicas para que realicen su función natural de manera más eficaz.
La clave es tener el nebulizador listo, de modo que pueda utilizarlo ante los primeros síntomas. También puede usarlo junto con vitamina C, ya que tal vez tienen una sinergia poderosa y utilizan diferentes mecanismos complementarios.
Para obtener más detalles, consulte mis entrevistas con el Dr. David Brownstein y el Dr. Thomas Levy. Ambos tienen una amplia experiencia con este tratamiento y han tratado a cientos de pacientes con COVID-19.
Brownstein publicó una serie de casos de 107 pacientes con COVID-19 que fueron tratados con peróxido nebulizado y otros remedios, incluyendo: vitaminas A, C y D por vía oral, yodo, peróxido de hidrógeno y yodo, así como vitamina C por vía intravenosa (IV), junto con ozono por vía intramuscular. Este estudio revisado por pares fue publicado en la edición de julio de 2020 de Science, Public Health Policy, and the Law.
Desde entonces, Brownstein ha tratado a más de 100 pacientes con estas estrategias. Todos han sobrevivido. Levy también explica cómo utilizar el peróxido nebulizado en su libro electrónico gratuito llamado "Rapid Virus Recover", el cual también está disponible en español.