Muchas personas son conscientes de que los alimentos procesados contienen diversos aditivos alimentarios. Podría asumir que esos aditivos fueron comprobados en términos de seguridad y aprobados para su uso por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos, pero no es así.
Aunque los fabricantes de alimentos presentan nuevos aditivos ante la FDA para ser revisados, el proceso puede tardar años.
En 1958, se creó un vacío legal, ya que el Congreso no quería que la FDA perdiera tiempo revisando los ingredientes básicos, como la sal y el vinagre; por lo tanto, agregaron la categoría generalmente reconocida como segura (GRAS), en la cual no se requiere la revisión de la FDA.
Desde entonces, la cantidad de aditivos ha aumentado de 800 a más de 10 000, incluyendo innumerables sustancias químicas que pueden poner en riesgo la salud de los habitantes en los Estados Unidos. Uno de dichos aditivos es el fosfato.
Un estudio reciente realizado en animales y publicado en la revista Circulation, de la Asociación Americana del Corazón, hizo un análisis sobre el aditivo fosfato, y encontró que puede influir en la tolerancia al ejercicio y generar trastornos en el metabolismo de los ácidos grasos.
El aditivo alimentario que podría volverle perezoso
Los fosfatos inorgánicos son ampliamente utilizados en alimentos procesados como conservadores y potenciadores del sabor. Los investigadores querían determinar si había una relación entre el consumo excesivo de fosfato y la actividad física.
Por medio de un modelo animal, los investigadores encontraron que una mayor medición de fosfato en suero estaba vinculada de forma independiente con la disminución en el tiempo empleado para realizar una actividad física moderada a vigorosa, así como con el incremento del tiempo sedentario.
También, encontraron un efecto perjudicial en la capacidad del ejercicio y el metabolismo de los ácidos grasos del músculo esquelético, independientemente del peso o función cardíaca.
Estos aditivos inorgánicos se encuentran en hasta el 70 % de los alimentos procesados, incluyendo a las carnes envasadas, y son muy utilizados en sodas. En una parte adicional del estudio, con participantes humanos, los investigadores encontraron una correlación similar entre los altos niveles de fosfatos y menor actividad física.
Los datos se obtuvieron de más de 1600 personas sanas cuyas mediciones sanguíneas indicaron altos niveles de fosfato en suero. La actividad fue monitoreada durante siete días. El Dr. Myles Wolf, profesor de medicina y Jefe de nefrología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke, quien no estuvo involucrado en del estudio, indicó que este descubrimiento representaba:
"[Una] adición importante a las investigaciones que sugieren los efectos perjudiciales de consumir cantidades excesivas de fosfato por medio de la alimentación.
Considero que los datos sobre animales son extraordinarios. Realmente, es fascinante, y creo que podríamos basarnos en esos hallazgos en animales y realizar un poco de investigación humana adicional para obtener detalles más específicos sobre la hipótesis que plantean los autores del estudio.
Relativamente, hay escaso conocimiento sobre el fosfato como componente alimenticio potencialmente dañino en cantidades excesivas.
[Eso se suma al] coro de opiniones cada vez mayor que sugieren que debe enfocarse más atención en el consumo de fosfato en la alimentación y su suplementación en el suministro de alimentos realizado por la industria alimentaria".
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El fósforo y los fosfatos son dos cuestiones distintas
Aunque el fósforo y el fosfato son términos que a veces se emplean indistintamente, no son lo mismo. El fósforo es el segundo mineral más abundante en el cuerpo, y representa casi el 1 % del peso corporal total. Se encuentra presente en casi todas las células, incluyendo en los huesos y dientes.
El fósforo desempeña un rol en como el cuerpo metaboliza y utiliza los carbohidratos y grasas. En combinación con las vitaminas B, también es importante para la función renal, contracciones musculares y señales nerviosas. Por otro lado, los aditivos alimentarios a base de fósforo, también conocidos como fosfatos, son inorgánicos.
Estas sustancias químicas se utilizan para mejorar el sabor y humedad en los alimentos procesados, incluyendo a las carnes frías, cereales, productos horneados, sodas y queso.
El Dr. Alex Chang, investigador clínico y nefrólogo del Sistema de Salud Geisinger, en Pensilvania, considera que un tercio de los habitantes en los Estados Unidos consume el doble de la dosis recomendada de fósforo (la cantidad diaria recomendada es de 700 miligramos).
Los fosfatos también se encuentran de forma natural en una amplia variedad de alimentos enteros, como la carne, lácteos, frutas y verduras. Sin embargo, el problema es la forma inorgánica que satura muchos alimentos y bebidas procesadas.
En un adulto saludable, el fosfato inorgánico puede metabolizarse, y la cantidad corporal es regulada por los riñones, lo cual significa que las personas con alguna disfunción o enfermedad renal podrían estar en riesgo de niveles más altos y peligrosos.
Los fosfatos no solo se encuentran en las sodas, sino también en más productos alimenticios
Las estimaciones sugieren que el 25 % de los adultos consume al menos tres veces más de la dosis recomendada de fosfato. En contraste con el límite de 700 mg de fósforo que se les recomienda a los adultos de los Estados Unidos; en el Reino Unido el límite no supera los 550 mg por día.
Actualmente, la legislación de los Estados Unidos y el Reino Unido no requiere que los fabricantes publiquen la cantidad de fosfato que contienen los alimentos procesados, lo que dificulta que las personas puedan controlar su consumo y no sobrepasen los niveles recomendados.
En los Estados Unidos, los fosfatos fueron aprobados por primera vez para su uso en el tocino y jamón en 1971. Posteriormente, también fueron añadidos en aves de corral y otro tipo de carnes.
Según un informe, ahora el 45 % de los productos en el supermercado contiene diferentes tipos de fosfatos. Dado a que la FDA lo clasifica como un ingrediente GRAS, debe incluirse en la lista, pero no se requiere indicar la cantidad exacta utilizada.
El queso, productos horneados y aderezos para ensaladas procesados se encuentran entre las opciones alimenticias que contienen aditivos de fosfato. La industria alimentaria también utiliza aditivos de fosfato en productos que tradicionalmente se consideraban alimentos con bajo contenido de fósforo, entre ellos:
Sodas y otras bebidas embotelladas |
Productos mejorados de carne y pollo |
Bebidas de café embotelladas |
Barras (de cereal) para el desayuno |
Aguas saborizadas y té helado |
Cremas sin lácteos |
Si compra alimentos procesados, localizar las fuentes ocultas de fosfatos requerirá de su paciencia y leer muchas etiquetas, ya que pueden aparecer bajo una gran variedad de nombres, incluyendo a los siguientes:
Ácido fosfórico |
Pirofosfato |
Polifosfato |
Tripolifosfato de sodio |
Polifosfato sódico |
Fosfato de sodio |
Hexametafosfato |
Fosfato monocálcico |
Fosfato tetrasódico |
Fosfato de aluminio |
Fosfato tricálcico |
Fosfato dicálcico |
Los fosfatos pueden ser peligrosos para las personas con enfermedad renal
En los últimos 15 años, la hiperfosfatemia se ha identificado como un poderoso indicador de mortalidad en las personas que padecen enfermedad renal crónica y avanzada. Más recientemente, los niveles normalmente elevados de fosfato en suero han sido un indicador independiente de episodios cardiovasculares y mortalidad en la población general.
Aunque es común, los niveles elevados de fósforo en suero son un factor importante y prevenible relacionado con la morbilidad y mortalidad por causas cardiovasculares en pacientes sometidos a diálisis.
Las personas con enfermedad renal presentan dificultades para descomponer los minerales. Así que, consumir demasiada cantidad de fosfato puede incrementar la pérdida de masa ósea y, en última instancia, originar enfermedades mortales.
El Dr. Geoffrey Block, profesor clínico asociado de medicina en el Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Colorado, comentó sobre la devastación en la salud de sus pacientes, al indicar que: "He presenciado lo devastador que puede ser el fósforo. He visto muchos pacientes [que padecen una enfermedad renal] con extremidades amputadas".
También, hay una gran cantidad de evidencia que demuestra que un alto consumo de fosfato puede elevar el riesgo de enfermedad renal. La Fundación Nacional del Riñón ha exhortado a la FDA a exigir que las etiquetas de los productos alimenticios indiquen la cantidad de fósforo que contienen.
El Grupo de Trabajo Ambiental (EWG, por sus siglas en inglés) también unió fuerzas con la Fundación del Riñón de los Estados Unidos para plantear inquietudes y lo agregó en su guía "La docena sucia" (Dirty Dozen) sobre aditivos alimentarios.
Los alimentos procesados pueden influir en su nivel de motivación
Además de influir negativamente en la capacidad del ejercicio y el metabolismo de los ácidos grasos, llevar una alimentación a base de alimentos procesados puede impactar en la capacidad cognitiva. En un estudio realizado en el departamento de psicología de la Universidad de California, en Los Ángeles, 32 ratas hembras recibieron uno de dos tipos de alimentación durante seis meses.
El primer grupo recibió una alimentación a base de alimentos relativamente sin procesar, mientras que el segundo recibió alimentos altamente procesados, de baja calidad y mucha mayor cantidad de azúcar.
Después de tres meses, los investigadores observaron una diferencia en la cantidad de peso que habían aumentado las ratas. Como se esperaba, las ratas que llevaron una alimentación a base de comida chatarra exhibieron un aumento de peso notable.
Como parte del estudio, las ratas debían presionar una palanca para recibir alimento o agua. Las ratas que llevaron una alimentación con mayor contenido de azúcar tuvieron un desempeño deficiente y tomaron descansos muchos más largos que las ratas delgadas. En una sesión de 30 minutos, las ratas con exceso de peso tomaron casi el doble de descansos que las ratas delgadas.
Después de seis meses, intercambiaron su alimentación durante nueve días. Este cambio no influyó en el peso ni mejoró la respuesta cognitiva en ninguno de los casos. Los investigadores consideran que estos hallazgos sugieren que un patrón de consumo de comida chatarra —no solo comer demasiado de forma ocasional— puede ser responsable de la obesidad y trastornos cognitivos.
Además, las ratas que recibieron comida chatarra desarrollaron gran cantidad de tumores al término de seis meses, en comparación con las que recibieron una alimentación nutritiva, que presentaron menor tamaño y cantidad de tumores, que no estaban tan extendidos.
Los resultados sustentan los de un estudio anterior, en el que los investigadores descubrieron restricciones en la capacidad cognitiva después de suministrar una alimentación a base de comida chatarra a un grupo de ratas de laboratorio durante solo una semana.
Los investigadores encontraron indicios de inflamación en el hipocampo del cerebro, lo que sugiere que posiblemente la respuesta inflamatoria en quienes padecen obesidad no se limite al tejido adiposo, y podría explicar el deterioro en la capacidad de cognición.
Cambie su alimentación para transformar su salud
Consumir los alimentos correctos puede mejorar su estado de ánimo y rendimiento cognitivo.
Según la Organización Mundial de la Salud, ahora la depresión es la principal causa de discapacidad y salud deficiente en el planeta, y podría afectar a alrededor de 322 millones de personas alrededor del mundo, incluyendo más de 16 millones de habitantes en los Estados Unidos, de los cuales 6 millones son adultos mayores.
Las estadísticas revelan que no hemos sido eficaces en cuestión de prevención y tratamiento. A nivel mundial, las tasas de depresión han aumentado en un 18 % entre 2005 y 2015.
Un estudio publicado en la Revista de la Asociación Médica Americana informó que, si consume los alimentos adecuados en las cantidades correctas, podría reducir casi a la mitad su riesgo de morir por una enfermedad cardíaca, derrame cerebral y diabetes tipo 2, que se encuentran entre las causas de muerte más comunes en los Estados Unidos.
Esta información sugiere firmemente que al cambiar su alimentación podría mejorar significativamente su salud. Si bien, no existe una "solución milagrosa" para evitar el riesgo de desarrollar una enfermedad, el Dr. Dariush Mozaffarian, cardiólogo, epidemiólogo y Decano de la Escuela Friedman en la Universidad de Tufts, considera que es necesario cambiar la configuración del sistema alimentario.
La recomendación que Mozaffarian les brinda a las personas que se sienten abrumadas por la posibilidad de cambiar sus hábitos alimenticios es elegir un área para mejorar y concretarla antes de seguir con otra. Por ejemplo, puede comenzar por eliminar los alimentos que contienen jarabe de maíz de alta fructuosa o sodas, lo que sin duda podría causar una gran mejora en su salud.
Lo primero es saber por dónde comenzar, así que considere llevar un diario de alimentos durante varios días, al anotar con exactitud lo que come y bebe cada día. El uso de una herramienta en línea, tal como Cronometer/Mercola (disponible solo en inglés), también puede ayudarle a mantener un registro de sus macro y micronutrientes.
Una vez que sepa por dónde empezar, le será más fácil determinar los alimentos que debe incluir y eliminar. Para obtener ayuda y desarrollar un plan que se adapte a su estilo de vida, utilice "Mi plan de nutrición — Su guía para una salud óptima".